Bióloga Marina


(Del gr. βιολόγος)
Sustantivo compuesto

ilustración: Paulilla 


En principio y con cierta vaguedad tautológica el término alude a la muchacha o mujer que profesa la biología relativa al mar  o que tiene en ella especiales conocimientos.


Pero a propósito de este quehacer en la vida, la ginecea no puede sino apelar a la listita de sus cinco profesiones potenciales (véase: profesiones potenciales) que pensó en la infancia, porque para bióloga marina yace una mejor definición en ese top five.
Cuando el discurso dominante era el de invertir la indemnización de tu viejo sobrecalificado en un maxiquiosco (véase: padres), cuando Araceli González era muda, la ginecea se ató al cuello su primer colgante que rezaba save the whales. No lo hizo por Nano ni por Mundo Marino particularmente (aunque sí, un poco se moría por ver el show de la orca Belén).  Lo hizo por ella misma, por su anhelo de intercomprensión planetaria. Ballenas, orcas y delfines como trípode vertebral de un potencial destino para la vida que supone el estudio sistemático de la diferencia.
En el imaginario gineceico, ser bióloga marina es eso, es el deseo profesional de montar a pelo la otredad, demostrándole al mundo que la relación mutualista entre individuos de diferentes especies, grupos o etnias es aquella en la que todos ganan y mejoran su aptitud biológica. Entonces, cuando por primera vez en la vida la ginecea tiene oportunidad de entrevistar a una bióloga marina de posta, especialista en comportamiento cetáceo -es decir, efectivamente abocada a ballenas, orcas y delfines– siente que el corazón se le sale del pecho al escuchar a la experta decir: “creo que es una lucha que nunca terminará si los humanos no dejamos de joder al planeta y a las especies que lo habitan y seguimos creyéndola que somos los únicos y mejores”. Porque recuerda todo lo que sintió la primera vez que vio un delfín en cautiverio y el silencio meditabundo que sigue al avistaje de ballenas en esos julios helados y ventosos en El Doradillo, lejos del show turístico del asunto. Por todo ello, para la episteme gineceica la biología marina será, antes que nada, piedad. Piedad para con esa otra, Gaia. Y después, mucho después, entendimiento.


En Velociraptors, Vol. 2, diciembre de 2012.

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