Ariel

Dícese de la Sirena Princesa Adolescente Colorada que hizo furor en el imaginario colectivo de unas cuantas nenas que la admiramos aunque, admitámoslo, tuviera nombre de varón.


Ella, tal vez sin quererlo, nos enseñó algunas lecciones fundamentales como que a los 16 años “ya no soy una niña”, posiblemente porque te salieron tetas (véase: tetas) que podés enfundar en ostras marinas o en corpiños lilas o con maripositas u ositos, estrellitas o ribeteados turquesas. Y lo más importante: que para ser parte de él (del chongo o del mundo) hay que estar dispuesta a perder algo para ganar algo mejor, tranzar con el lado oscuro del mar y después, improvisar mucho.
El cuadro relacional de la princesa subacuática consta de seis hermanas mayores (véase: hermana mayor), un padre entrado en años (véase: padre), un amiguito asexuado, y un tutor que camina para atrás. Hasta que se topa con él, el de las patas, la flauta y los ojos azules que da vuelta la taba de sus afectos de sirenita.
Entonces ahora su vida será el musical arquetípico de una adolescente promedio. Porque a través de su historia de infracción del mandato paterno (“no joderás con las cosas de la superficie"), Disney nos contará el pasaje de la endogamia a la exogamia. Nos introducirá en las tramas complejas de los sistemas de parentesco para mostrarnos cuán necesario es dejar la comunidad paterna para conseguir cónyuge o un atractivo miembro con el cual reproducirse y contribuir al enriquecimiento de la tribu que se dejó, aportándole diversidad cultural y genes nuevos. Es que si el/la joven no hace esto le pasa lo que le pasó a las familias patricias argentinas, que nunca dejaron la comunidad, copularon entre ellas y tuvieron hijos bobos, muy bobos, que encima pierden la poca masa encefálica que tienen jugando al rugby en el campito del Champagnat. De ahí que la vida de la Ariel sea fundamental para entender la importancia del enlace entre grupos sociales diferentes. Porque aunque pierdas la cola y la bruja del mar intente estafarte una y otra vez, al final de la película, estarás entretenida explorando tu nuevo cuerpo con el morocho de ojos azules, que finalmente se dio cuenta que ella eras vos y te agarró de la cintura diciendo: "ya te perdí una vez, no quiero volver a perderte".  

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